Atardecer

Atardecer
Septiembre 2009

viernes, 6 de enero de 2012

JUEGOS DE TIERRA (2)

JUEGOS DE TIERRA (2)


Los juegos de aquella infancia, como los de ahora, no se limitaban a los tradicionales, sino que se daba rienda suelta a la imaginación, que es la mejor compañera para estos menesteres. Como en toda actividad humana, teníamos nuestros lugares de encuentro y reunión para comenzar "la faena". La cuestión estaba en tragarse la comida lo más rápidamente posible para así aprovechar un tiempo que, nos parecía, se escapaba de las manos.

Tomás Bravo y yo competíamos en velocidad. El que primero acababa de comer iba a la casa del otro, lo que visto desde la distancia, no dejaba de ser una molestia para el resto de los comensales. Pero eso era algo secundario para nosotros dentro de nuestro objetivo, que era salir a jugar lo más pronto posible.

Los lugares de reunión eran elegidos por el fresco relativo que eran capaces de dar a esa hora del día: la acera de la parte alta de la casa de mi abuelo, el maravilloso patio del señor Felipe o la acera-banco de "tío" Rafael. Allí se iba acercando la chiquillada siguiendo las severas advertencias maternas sobre los efectos del solajero, esa preciosa palabra canaria que tan bien describe la intensidad de nuestra pequeña estrella. Más de una vez Juana María  se metió el bistec doblado en el bolsillo para salir a jugar, alegando que ya había terminado de comer. Poco a poco llegaban María Victoria, Manola, Mercedes, Perico, ...Las pandillas se entremezclaban, aunque predominaban las formadas por afinidades de edad o proximidad vecinal.

En el patio de Maribel y Felipito descubrimos el gusto por las rodajas de mortadela de un dedo de gordo, al tiempo que robábamos piñas de millo para asarlas a escondidas "allá alante". A veces reuníamos entre todos unas pesetas y comprábamos en la venta de Natalio o en la de Lala una bebida novedosa y exótica, "7UP", cuya marca era pronunciada tal cual se escribe, pues en aquella época todavía estaba lejos de nosotros el conocimiento del inglés. En realidad para mí siempre lo ha estado, pues la mayor parte de mi educación la recibí en un colegio religioso de origen francés, por lo que el idioma de Shakespeare ni se mentaba, siendo  descrito despectivamente por algún profesor cuyo nombre no quiero recordar, como una lengua de protestantes. 

El "siete up" lo bebíamos a temperatura ambiente, o sea, caliente. Alternábamos esa bebida gaseosa con otra más conocida en la época, la famosa "Clipper", de un sospechoso color reflectante. El "bebercio" se complementaba con el cacao en polvo "Box-Cao", que venía en un paquete de color  verde irlandés y que tomábamos a embozadas, con los consiguientes "enyugues"(1). Naturalmente, todo eso se hacía a escondidas de la autoridad materna, lo que lo hacía mucho más atractivo.

La jornada era interrumpida por la hora de la merienda, en la que cada mochuelo regresaba a su olivo para dar cuenta de lo que hubiera en cada caso. Yo recuerdo que mi madre preparaba a veces una exquisita leche fría que previamente se había hervido con azúcar, canela en rama y cáscara de limón, y que era capaz de volvernos a dar las energías precisas para seguir con nuestros "trabajos" de niños.

A la caída de la tarde, después de alguna de esas espectaculares puestas de Sol punteras, nos reuníamos a veces en la explanada frente a la venta de Natalio, "el piso de Don Alfredo", para jugar a los tradicionales juegos de corrillo, pasando luego cada cual a su respectiva casa para zamparse la cena a toda velocidad y volver a salir. 

En una de esas noches tórridas y húmedas de los veranos punteros, Quique Martín Núñez  tuvo la ocurrencia de enseñarnos a bailar la isa en cadena ... a oscuras porque, como he dicho, durante muchos años la electricidad brilló por ausencia en la Punta. Naturalmente, fue un fracaso al que contribuyó la oscuridad y las risas y tropezones de unos con otros. Fue un intento vano aunque bienintencionado por su parte.

El sueño reparador llegaba pronto, exhaustos como estábamos de tanto trajín veraniego, aunque siempre llenos de proyectos para el día siguiente. En ocasiones, antes de irnos a dormir, nos colábamos en alguna tertulia de mayores. Pero eso es para otro relato.

Espero que estos escritos no se interpreten como un complejo de Peter Pan, pero quizá las palabras que Robert Louis Stevenson escribiera para J.M. Barrie tengan algo de sentido: "Nada de lo que ocurre después de los doce años de edad importa demasiado..., ... lo segundo mejor después de ser niño es escribir sobre ser niño"

5 de enero de 2012. Día de los Reyes Magos

(1) "Enyugue". Ésta palabra no está en el Diccionario de la Academia ni en el Diccionario Histórico del Español de Canarias, lo cual no quiere decir que no exista y que se siga usando a nivel popular.