Hoy, cuando los CD están pasando a la historia ante el tsunami de internet, hablar de gramófonos es como remontarse al Paleolítico Inferior. En los años veinte del siglo pasado llegó de manera fortuita a casa de mis abuelos paternos un gramófono, que a diferencia de los de trompeta, era de mueble. No es que mis abuelos tuvieran demasiado interés en tener un artilugio de semejante modernidad, pero el gramófono se introdujo en sus vidas a través de un sorteo benéfico llevado a cabo por las fiestas del Cristo de La Laguna en esos años.
Llegado el gramófono aparecieron poco a poco los gruesos y pesados discos de pizarra. Música clásica, entre ella una impresionante "Cabalgata de las Walquirias" de Wagner, que cuando se iba acabando la cuerda se desinflaba como un globo de feria, produciendo un sonido extraño, entre divertido y patético. Junto a los discos serios aparecieron ejemplares de foxtrox, charlestón y otras músicas capaces de enloquecer a la gente joven, como la editada por la marca Brunswick, titulada "Del tango al fox", con Pilar Castillejos como intérprete vocal acompañada por la orquesta "Los Castillans", y Angelina Bretón con la orquesta "Los Bolivios", que cantaba con gran ánimo los conocidos temas "El negro Simón" y "Al Uruguay".
Más en serio era el disco del barítono Marcos Redondo, muy conocido después en Tenerife a través de aquellos Carnavales descafeinados que se llamaron Fiestas de Invierno, de la que fue estrella indiscutible con los Fregolinos en sus conciertos de la Plaza del Príncipe. En el viejo disco de pizarra interpreta música cubana, "Los camagüeros" y "Mi vieja".
En esa discoteca no falta la música clásica a través de, entre otros discos, La Favorita de Donizetti o La Traviata de Verdi, interpretadas por el barítono Giovanni Albinolo. Algunos entendidos en ópera afirman que Albinolo era hijo natural del famoso tenor dramático Francesco Tamagno (1850-1905), mientras que alguno afirma que simplemente era amigo. De cualquier manera Tamagno, que a su vez era amigo del gran Julián Gayarre, era lo que en italiano se llama "ragazzo padre" (padre soltero), por lo que no es improbable que fuera efectivamente padre de Albinolo.
Mención aparte merece el disco del tenor Miguel Fleta (1897-1938), gran rival de otro grande, Hipólito Lázaro (1887-1974), y a los que mi abuelo conoció personalmente en su estancia en Madrid en el año 1922, dado que era asiduo del Teatro Real.
Y también, como no, llegó el folclore canario, representado por los primeros discos que grabó Sebastián Ramos el Puntero. Esto requiere un pequeño relato histórico porque da pie al inicio para el gran público de la carrera de tan ilustre cantador isleño, iniciador de una saga familiar que aún perdura para el bien del acervo cultural de Canarias.
La casa Odeón ofreció a mi abuelo la posibilidad de grabar un disco de folclore canario. Mi abuelo no tenía una voz muy potente, pero cantaba con gusto y estilo y con coplas novedosas. Baste recordar aquella para Malagueña que dice: "Dios bendiga a los cipreses y a las flores amarillas, que acompañan a los muertos cuando todos los olvidan". Con ella arrasó mi abuelo en un concierto dado en el Teatro Teoblado Power de La Orotava en los años diez del siglo pasado.
Pero volvamos a Sebastián Ramos. Para aceptar la oferta mi abuelo Víctor debía trasladarse a Madrid para llevar a cabo la grabación, cosa que no podia hacer en aquel momento, y conociendo las dotes musicales de Sebastián Ramos le trasladó a él la oferta. Así se inició un proceso que todos los canarios conocemos y podemos disfrutar a través de las grabaciones sucesivas que el gran maestro nos brindó a lo largo de su dilatada existencia. Ese gesto de mi abuelo consolidó una gran amistad entre ambos, hasta tal punto que mi abuelo Víctor fue invitado por Sebastián Ramos para que fuera el padrino de su hijo.
De Sebastián Ramos conservamos un disco de pizarra dedicado a Folías y Malagueñas, con acompañamiento a la guitarra de Carmelo Cabral (1881-1956). Lamentablemente es muy difícil de reconocer la letra de las coplas, aunque el estilo y entonación de Sebastián Ramos está presente en el disco, así como el virtuosismo del maestro Cabral.
En cuanto a música canaria se refiere conservamos un disco interpretado por el tenor Pepe Romeu, titulado "Hijas del teide (sic) gigante", y otro de "Malagueñas Estilo Canario" por Antonio Pozo el Mochuelo (1868-1937), un cantaor de flamenco que era payo y que grabó esa curiosa versión de las Malagueñas. También poseemos un disco de "Folías Tinerfeñas", interpretado por Pilar García, con letra de Diego Crosa y Ramón Baudet, con acompañamiento de orquesta, así como los "Cantos Canarios" de Power por la Orquesta Filarmónica de Barcelona.
La anécdota de la llegada del gramófono a La Punta la protagonizó la chiquillería de la época, que tocaba a la puerta para oír aquella maravilla de la técnica. Desconfiados, pensaban que aquello tenía truco y que había algún hombre escondido dentro de la máquina que hacía que funcionara y a la vez cantaba. Esta simpática anécdota nos muestra algo que todos hemos sentido en alguna ocasión, y es la curiosidad y la sorpresa ante los inventos que se han ido incorporando a nuestra civilización.
El siguiente paso sonoro lo protagonicé yo en mi adolescencia, cuando me regalaron un "pick up" de los de maleta, de la marca Grundig, y que a diferencia de los pequeños que solían llevarse a los guateques de la época, éste era de madera y pesaba como un saco de cemento. A La Punta llegó con el disco de la última edición del Festival de Eurovisión, 1965, el que que ganara France Gall con su "Poupée de cire, poupée de son". Era también la época de la tele en blanco y negro, que había llegado a las Islas el año anterior. Los discos de vinilo tenían, como no, diferentes títulos, predominando el primer pop junto con las nostálgicas melodías italianas y más tarde los Beatles y los Rollings.
Hay que decir que en aquella época un "pick up" no despertó la misma curiosidad que en su momento lo hizo el viejo gramófono de mis abuelos, pues ya habíamos entrado en la época de la llegada de artilugios y cachivaches electrónicos cada vez más sofisticados y que están acabando con nuestra capacidad de asombro.
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